“1888 El año de los tiros”, o el ecologismo militante en pleno siglo XIX
“1888 El año de los tiros” es ante todo un reportaje social, una crónica o una novela que relata fielmente aquellos años en los que España se desgarraba debido a las desigualdades sociales.
Los sucesos acaecidos el 4 de febrero de 1888 en Riotinto (Huelva) pasaron a la historia como uno de los grandes hitos del obrerismo español pero detrás de esta película en la que se mezclan los movimientos obreros y el más puro y rancio caciquismo español subordinado de forma vergonzosa al colonialismo inglés se encuentra quizás la primera huelga ecologista de la historia de España y uno de los primeros movimientos de tinte ecológico de Europa.
El 2 de febrero de 1888 comienza en las minas de Riotinto una gran huelga, un pulso hercúleo al poder inglés, a la España de Ley y Orden militar.
Los mineros solicitan mejoras salariales, que no se descuenten los cuartos y medios jornales cuando no trabajan por culpa de la manta de humo que lo inundaba todo, sistemas de indemnización para accidentados, supresión del descuento de una peseta para atención médica. Peticiones que podían haber sido asumidas por la todopoderosa Río Tinto Company Limited, la firma explotadora de la concesión minera de Huelva.
Pero a las masas obreras se le había unido también el campesinado. Por eso entre las reivindicaciones sociales se encontraba la prohibición de la calcinación de mineral al aire libre. Y esto último suponía poner en jaque nada menos que la productividad de las minas.
La reciente catástrofe del petrolero Prestige, hundido frente a Galicia, y los grandes incendios forestales han removido la conciencia de la sociedad española de la misma manera que la forma de explotar las minas a finales del siglo XIX provocó el nacimiento de lo que hoy se calificaría como un movimiento ecologista: la “Liga Antihumista”, un grupo activo (agro-ganadero) que clamaba contra la cementación artificial del mineral (las teleras).
La quema al aire libre de la pirita se hacía a fuego lento dando lugar al desprendimiento de gases sulfurosos. Hasta 500 toneladas métricas de gases tóxicos/día se enviaban a la atsmósfera. Los gases provocaban una niebla densa y una asfixia general. Pero ninguna muerte oficial. Estas eran disimuladas bajo el triste epígrafe “muerte por falta de vida”. Curiosa forma de camuflar a los asfixiados.
Las calcinaciones de mineral al aire libre trajeron también las primeras lluvias ácidas en la historia de España. El resultado era palpable en la Cuenca Minera de Riotinto: cosechas arruinadas y suelos improductivos sin olvidar la corta desmesurada de árboles para provocar la combustión del mineral.
Dos mundos enfrentados: el agrícola y el industrial.
El año de los tiros, aquel 1888, pone de acuerdo por primera vez al campesinado, a los caciques tradicionales y a los obreros, en su mayoría anarquistas. Todos luchaban contra el mismo objetivo: la prohibición de los humos.
El desenlace de los hechos es de sobra conocido. El Ejército (español) de Pavía cargó, a tiro limpio y bayoneta en mano, contra una multitud que protestaba de forma festiva contra los abusos laborales de los empresarios ingleses y contra la quema de mineral al aire libre. Decenas de muertos (trece, según la versión oficial) y desaparecidos aún hoy sin aclarar.
Esta es la historia que recrea esta crónica novelada de unos hechos que pasarían hoy a los anales como la primera huelga de carácter ecológico organizada en España y puede que también en el mundo de la Revolución Industrial.
“1888 El año de los tiros” es ante todo un reportaje social, una crónica o una novela que relata fielmente aquellos años en los que España se desgarraba debido a las desigualdades sociales.
Los sucesos acaecidos el 4 de febrero de 1888 en Riotinto (Huelva) pasaron a la historia como uno de los grandes hitos del obrerismo español pero detrás de esta película en la que se mezclan los movimientos obreros y el más puro y rancio caciquismo español subordinado de forma vergonzosa al colonialismo inglés se encuentra quizás la primera huelga ecologista de la historia de España y uno de los primeros movimientos de tinte ecológico de Europa.
El 2 de febrero de 1888 comienza en las minas de Riotinto una gran huelga, un pulso hercúleo al poder inglés, a la España de Ley y Orden militar.
Los mineros solicitan mejoras salariales, que no se descuenten los cuartos y medios jornales cuando no trabajan por culpa de la manta de humo que lo inundaba todo, sistemas de indemnización para accidentados, supresión del descuento de una peseta para atención médica. Peticiones que podían haber sido asumidas por la todopoderosa Río Tinto Company Limited, la firma explotadora de la concesión minera de Huelva.
Pero a las masas obreras se le había unido también el campesinado. Por eso entre las reivindicaciones sociales se encontraba la prohibición de la calcinación de mineral al aire libre. Y esto último suponía poner en jaque nada menos que la productividad de las minas.
La reciente catástrofe del petrolero Prestige, hundido frente a Galicia, y los grandes incendios forestales han removido la conciencia de la sociedad española de la misma manera que la forma de explotar las minas a finales del siglo XIX provocó el nacimiento de lo que hoy se calificaría como un movimiento ecologista: la “Liga Antihumista”, un grupo activo (agro-ganadero) que clamaba contra la cementación artificial del mineral (las teleras).
La quema al aire libre de la pirita se hacía a fuego lento dando lugar al desprendimiento de gases sulfurosos. Hasta 500 toneladas métricas de gases tóxicos/día se enviaban a la atsmósfera. Los gases provocaban una niebla densa y una asfixia general. Pero ninguna muerte oficial. Estas eran disimuladas bajo el triste epígrafe “muerte por falta de vida”. Curiosa forma de camuflar a los asfixiados.
Las calcinaciones de mineral al aire libre trajeron también las primeras lluvias ácidas en la historia de España. El resultado era palpable en la Cuenca Minera de Riotinto: cosechas arruinadas y suelos improductivos sin olvidar la corta desmesurada de árboles para provocar la combustión del mineral.
Dos mundos enfrentados: el agrícola y el industrial.
El año de los tiros, aquel 1888, pone de acuerdo por primera vez al campesinado, a los caciques tradicionales y a los obreros, en su mayoría anarquistas. Todos luchaban contra el mismo objetivo: la prohibición de los humos.
El desenlace de los hechos es de sobra conocido. El Ejército (español) de Pavía cargó, a tiro limpio y bayoneta en mano, contra una multitud que protestaba de forma festiva contra los abusos laborales de los empresarios ingleses y contra la quema de mineral al aire libre. Decenas de muertos (trece, según la versión oficial) y desaparecidos aún hoy sin aclarar.
Esta es la historia que recrea esta crónica novelada de unos hechos que pasarían hoy a los anales como la primera huelga de carácter ecológico organizada en España y puede que también en el mundo de la Revolución Industrial.
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